Estoy segura de que lo has sentido… Casi siempre en lunes… Unas ganas de ser una roca tirada al pie de la montaña y no moverse de ahí hasta que el paso del tiempo te erosione… A mediodía te preguntas:
No quiero hacer nada, ¿qué hago?
El maestro te contesta:
“Un ardiente celo en la práctica, el estudio del sí-mismo y de las escrituras, y la entrega a Dios son las obras del yoga.” — Yoga Sutra II.1
No es para que te pongas en Perro-Mirando-Abajo, en el pasillo de la oficina, ni corras a la iglesia. Lo que los maestros dicen es que no te detengas, sigue moviéndote, así como las olas del mar van y vienen, o las nubes pasan, nuestro cuerpo y mente fluctúan entre estados más activos y más introspectivos. Lo que no podemos es rendirnos a la comodidad de encerrarse en casa, ver una película y decir en el trabajo que nos dio gripa. Ser condescendientes con los caprichos de la mente es enfermarse, engordar, menguar.
Experimenta con tu vida…
En uno de esos días que como roca te hundes hasta el fondo del lago, vas a complacer a tu cuerpo con no hacer nada, o mejor aún con complacer tu panza de palomitas o papas con valentina, tu mente con un maratón de streaming, y tu espiritualidad con creer que fale ferga la fida… Al final del día registra cómo te sientes. ¿Recuperaste energía? ¿Te sientes mejor? ¿O peor?
En otro de esos días que más parecen noches de mala copa, que te sientas no una roca, sino un peñasco, muévete, haz algo. Si tienes compromisos, no faltes. Si no los tienes, camina unas cuadras, cocina algo rico, ponte unos pepinos en los ojos, limpia tu cuarto, date una ducha y exfóliate con sal… Lo que sea, pero no te hundas en el sofá… Revisa como te sientes al final del día… De preferencia escríbelo con papel y pluma, y si quieres tirar la hoja después, hazlo… Da lo mismo, el beneficio está en sacarlo de tu mente al papel.
Y antes de dormir, agradece a tu cuerpo el esfuerzo que hizo por ti…
Cuéntame cómo te fue al día siguiente.